La criósfera es el componente del sistema Terrestre que contiene agua en un estado sólido, estas se encuentran en regiones cubiertas por nieve o hielo, sean tierra o mar. Incluye la Antártida, el Océano Artico, Groenlandia, el Norte de Canadá, el Norte de Siberia y la mayor parte de las cimas más altas de cadenas montañosas. Juega un rol muy importante en la regulación del clima global.
La nieve y el hielo tienen un alto albedo, por ello, algunas partes de la Antártida reflejan hasta un 90% de la radiación solar incidente, comparado con el promedio global que es de un 31%. Sin la criósfera, el albedo global sería considerablemente más bajo, se absorbería más energía a nivel de la superficie terrestre y, por lo tanto, la temperatura atmosférica sería más alta.
También tiene un rol en desconectar la atmósfera con los océanos, reduciendo la transferencia de humedad y moméntum, y de esta manera, estabiliza las transferencias de energía en la atmósfera. Finalmente, su presencia afecta marcadamente el volumen de los océanos y de los niveles globales del mar, cambios en ella, pueden afectar el presupuesto energético del clima.
Las dos capas de hielos continentales, la de la Antartida y la de Groenlandia influyen activamente en el clima global en escala de milenios o millones de años, pero pueden tener un efecto mucho más rápido sobre, por ejemplo, el nivel del mar.
La nieve y el hielo marino con sus áreas amplias pero poco volumen interactúan de manera clave en el tema del calentamiento global porque influyen de manera crucial en el reflejo de la luz solar y la circulación oceánica.
El permafrost (suelos congelados de manera permanente) influye sobre el contenido de agua y la vegetación de amplias zonas y es uno de los componentes de la criósfera que es más sensible a las tendencias de calentamiento atmosférico, también tienen el elemento extra de que al calentarse, la materia orgánica que contienen puede emitir gases de invernadero y aumentar la tasa de calentamiento global.
Los glaciares y capas de hielo, como también hielo en ríos y lagos, con su menor área y volumen, reaccionan de manera relativamente rápida a los efectos del clima, influyen sobre el ecosistema y las actividades humanas en una escala local y son un buen indicador de cambio climático.